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martes, 23 de octubre de 2012

Como una obra de arte son los colores de la naturaleza


Los colores de las flores son su principal atractivo, el origen de estos colores se debe a los pigmentos acumulados en las células de las flores, capaces de absorber selectivamente una parte de la luz natural.

Al reflejar los colores de la naturaleza y a los restos de la luz de nuestros ojos la capta en forma de un determinados colores, una sustancia que absorbe los componentes de la luz de longitudes de ondas medias como las que corresponde al amarillo y al verde, y las longitudes de ondas mas cortas que corresponden al azul y al verde reflejará la luz correspondiente al rojo, color que lucirá a nuestros ojos unas flores que posean estos pigmentos.

Las tinturas vegetales han traído al hombre desde siempre, sobre todo con respeto a su utilización en la industria alimenticia y textil, en la actualidad los amplios conocimientos de genética manipulación de genes y biotecnología acentúan ese antiguo interés en relación con la horticultura y la agronomía y con la obtención de nuevos pigmentos naturales de fines alimenticios.

También, el hombre en la prehistoria ya utilizaba los pigmentos, de las flores como colorantes, principales las antocianinas, responsables de los rojos, violetas y azules de una  flor, estos colores también eran usado por los hebreos, así como por los fenicios para obtener el negro al mezclarlo con otros extractos vegetales, luego los galos convirtieron en expertos en antocianinas a los que usaban para teñir telas en tonos violetas.

Los romanos aprendieron a usarlas rápidamente y así llegamos al siglo X1X en que fueron ampliamente empleadas para teñir impresiones sobre telas de algodón, de todos modos las tinciones con antocianinas no son estables, destiñen con el lavado y se arruinan con la luz, el resto de los colores vegetales, que se utiliza con fines de tinto riales no se extraen naturalmente como tales sino como precursores incoloros que se deben ser sometido a transformaciones químicas.

La sustancia incolora, tal como es el caso del índigo, gracias a la frenética búsqueda de los tintoreros a lo largo de la historia, siempre a la pesca de nuevos colorantes, la extracción de antocianinas y la modificación química de los extractos para alterar sus colores han sido perfectamente conocidas desde la edad media. 

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